viernes, 27 de diciembre de 2013

Desde un cafetal, bajo la lluvia



23-dic-2013




No solo el rumor de la lluvia me dice algo. También los pájaros. También las hojas de los árboles y de las matas que en su seno acogen las gotas de agua milenaria. Cuando el agua y las hojas se encuentran se abre un portal. La hoja se estremece, se sacude, como si hubiera sido despertada. Y un ser invisible (un ave, un insecto, quizás una creatura divina) se posa sobre una de las hojas, luego otra, cientos más, en un carnaval etéreo y fugaz.

Pasa un instante mecido por el murmullo del viento y la lluvia. Esta vez el que vuela es un pájaro de carne y sangre, con su pico y todo su plumaje multicolor. Quizás alentado por búsquedas que no comprendo, sigue los rastros de las gotas de lluvia sobre las hojas. Ahora veo que sí son aves invisibles, o dioses encarnados que en una lengua ajena a mi entendimiento, de vibraciones cálidas e inaudibles, revelan a los pájaros de este mundo los secretos del agua y del fuego y del llanto.

***

Una magia que me sobrepasa ocurre cuando me siento a leer el mundo desnudo y cuando intento abarcar, siquiera por un instante, sus esquivos mecanismos. Algo sucede cuando me despojo del afán, de la ansiedad, y dejo que mis palpitaciones se sincronicen con el latido del mundo. El sentido de todas las cosas se me escapa, pero sé que más allá de mi ignorancia y de mis limitaciones hay voces eternas que cantan y gritan. Mi llamado, si es que tales voces se han rebajado a hablarme, es a seguir sus huellas de viento y darles un lenguaje humano, traducirlas a una forma que me sea más cercana.

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