miércoles, 29 de agosto de 2012

'Chocó': de la selva con amor


Director: Jhonny Hendrix Hinestroza
Actores principales: Karen Hinestroza, Esteban Copete
Colombia, 2012

Lo primero que se viene a la mente al concluir la poco más de hora y cuarto que dura Chocó es un cliché ya desgastado por el uso y el tiempo pero que no por serlo deja de ser una cruda realidad: Colombia es uno y a la vez muchos países, un cúmulo de historias y ancestros y paisajes y dolores que jamás terminaremos de conocer a profundidad, así tuviéramos la impensable suerte de vivir por los siglos de los siglos. Esa es la conclusión inicial; la de vernos obligados a asumir con una certeza gris que esa gran abstracción que es Colombia es una irrealidad que no atraparemos nunca ni con los ojos del cuerpo ni con los del alma. Hay tantas sombras, tantos fantasmas, tantas músicas a nuestro alrededor. Y quizás no logramos abarcar todo eso por completo debido a una secreta defensa contra la locura, pues de hacerlo alguna vez jamás regresaríamos de la ensoñación y del delirio. Macondo nos atraparía para siempre.

            Eso es lo primero que un espectador tan distante como yo, bogotano a más no poder e ignorante de gran parte del país, ve en la pantalla: un mundo fascinante, peligroso, pintoresco, que así, de buenas a primeras, me cuesta sentir propio pero que sin duda me conmociona.
            Imponentes atardeceres, rostros y acentos que parecen de otro mundo cobran forma. Se llenan de matices y de significado. El río, siempre el río, que da vida y la quita. La selva fértil. La música de la marimba. Todo eso despierta una fuerza insospechada, una espiritualidad oculta pero tan intensa que me lleva a reflexionar que quizás sin haber viajado nunca durante mi vida a aquellos parajes lejanos yo ya los conocía. Porque piense en ellos o no, los sienta cotidianamente o no, el mundo que retrata la película quizá recorre mis venas desde antes de nacer.
            Así pues, de entrada impactan las imágenes y las músicas que se cuelan en el auditorio, la riqueza y profundidad de las selvas y las gentes del Chocó, que en esta película no es solo un territorio olvidado sino también una mujer cuya promesa a su hija cumpleañera servirá de hilo conductor de la historia; una mujer que representa tanto la belleza y dificultad de la tierra que la parió como el empuje y el tesón de llevar la carga de su casa y de un marido inútil y vividor. La película en principio pareciera contar la historia de una torta de cumpleaños. Pero bien mirada es, en realidad, mucho más que eso: la historia de una mujer que hace todo lo que está a su alcance para permitirles una sonrisa a sus hijos, aún a costa de sí misma; de una mujer que sufre en silencio su mala fortuna, que en el fondo es una más de las caras de la mala fortuna de esa tierra tan hermosa, solitaria y abundante que es el Chocó.
            A pesar de que en el imaginario popular todavía impera con fuerza la idea de que el cine nacional es un cine de segunda categoría, de narcos y violencias indiscriminadas, de historias banales, chabacanas, mal contadas, (con notables excepciones, claro está) algo debe de estar cambiando profundamente. Porque historias como esta (y como Los viajes del viento, La sociedad del semáforo, Locos, por nombrar algunas), contadas desde la entraña misma de nuestro abigarrado país, serían impensables hace algunos años. Y un cine en el que resuenan voces tan disímiles y complejas, está, de seguro, pasando por una época saludable.