sábado, 27 de marzo de 2010

Amor de sirena

A la ninfa de mis sueños marinos


Tu silencio busco, busco tu mirar.

Me pierdo en tu pelo, primaveral flor.

Esos labios tersos bellos como el mar

me besan, sirena, y escapo al dolor.


Mi lengua en tus senos. Un sabor a sal

despierta mi boca salvaje, loca

de deseo y ebria de savia inmortal.

Son olas, ninfa, tus curvas; tu boca,


un hermoso lienzo de extasiado dios.

Son peces mis dedos, que desean beber

del eterno elixir de tu dulce voz.


Grande sea la dicha, ¡oh tierna mujer!,

del febril errante que acercarse a vos

el hado conceda. Volverá a nacer.

viernes, 5 de marzo de 2010

Soliloquio mendicante


¡Qué dolor en las tripas! Huy no, ¿dónde podré conseguir algo pa’ comer? En las canecas ya la gente no deja nada, ni pa’ los perros. Pero puede que Dorisita ya tenga preparada la cena, pavos, ensaladas, frutas frescas, el postre, ufff el postre, qué vaina tan buena ¡oiga! Esa Dorisita sí que tiene buen sabor en esas manos, podría comérmelas también y quedaría satisfecho. Pero no podría llegar con esta pinta, huy no, algo de agua en la cara pa’ quitarme la mugre, qué dirían si me vieran así, todo paila, ¿si me entiende? Sumercé, ¿me regala para un baño? No se asuste, solo necesito agüita pa’ mi cara. Desgraciado que se cambia de acera, no sabe con quién está hablando, respetadísimo doctor don José Novoa, abogado de profesión, graduado con méritos y becado en California, desgraciado que será cualquier aparecido, se dejan engañar por la pinta y no se esfuerzan por ver más allá, tendré que llamar a Dorisita pa’ que me ayude con la barba, y las uñas, huyy no las uñas sí que las tengo paila, habrá que cortarlas y limpiarlas, como cuando Dorisita, mi mujer, las cuidaba y me las arreglaba con cariño, con agüita y con avena para humectar las manos. ¿Qué se habrá hecho Fido? Fui fui, Fido mugroso, venga para acá, eso perrito, eso, quen es uno bonito mugroso, ¿será que Dorisita nos tiene la comida, ah Fido pendejo? Ya vamos a conseguir algo, no se preocupe perroncho, no se preocupe. Vea allá esa panadería, a ver si esta muchacha nos ayuda, ¿si o no? Respetadísima damisela, ¿podría su buena voluntad ayudarme con un pancito y un poquito de agua? No, tranquila, no le voy a hacer nada, yo soy abogado, verá, esta pinta es para despistar, estoy jugando a disfrazarme, ja ja ja. No, señor agente, disculpe, yo no estaba molestando a… Ya, ya me voy, no tiene que pegarme, desgraciado, el que se mete con José Novoa no vuelve a ver la luz del día, ya sabrá de mí. Fido, venga para acá, no ladre más, que a este agentillo de pacotilla lo espera la cárcel, ni más faltaba, meterse con el magister Novoa, aguacate de mierda. Dorisita nunca me habría pegado, habrá que llamarla para que me ayude a decirle a la gente que esta pinta es para despistar, que anoche tuve un compromiso muy importante, con el bufete enterito enterito, y el casino, ah qué jodida tentación la de anoche, bien arreglado, bien vestido, recién afeitadito y que tales, severa pinta, sí o no, me hubiera visto usted Fido, el azote de las señoritas, qué locura de man. Y el casino ahí enfrente, ya había intentado dejarlo varias veces, y preciso van y me hacen ese mal, un casino de puta madre, dados, cartas, tragamonedas, y la gente apostando como loca, cómo no seguir el juego, me sentía con suerte anoche, uff si viera perroncho qué megavideo, y empecé a jugar y a jugar, y la gente que ya empezaba a mirarme como con preocupación y asustada, como que me había transformado en un diablo, era el diablo que se me había entrado en las venas, y yo seguía ahí, apueste que apueste, pero la suerte estaba conmigo, yo le dije, y cuando gané una buena porción decidí jugármela toda, ¿si me entiende Fidín? Aposté hasta a mi madre, y yo sabía que era el 25 negro, a ese le iba a meter todo lo que tenía, la bolita dando vueltas pero ya se iba a quedar tranquilita en el 25 negro, 25 negro, black, noir, negrura, sí señor, pero resulta que no salió el 25 negro, y me tocó salir corriendo porque o si no me mataban ahí, me pedían la escritura de la casa, y el certificado de mi madre para llevársela también. Eso fue anoche, anoche perroncho, antes de que me creciera esta mata de barba como una esponja, y de que mi ropa se hubiera vuelto andrajosa, antes de no volver a a ver a Dorisita, quién sabe dónde andará, quién sabe dónde estará, cocinándome, esperándome a ver si llego. Huy parcero perroncho, mire esa caneca, venga, huélala a ver qué se encuentra, y me lo comparte mi Fidín, negro, 25, perroncho número 25 de la ruleta. Le juro que apenas encuentre a Dorisita nuestro destino cambiará, se lo juro Fidín, ya verá, ya verá perro mugroso, ya verá que hoy también me siento suertudo.

martes, 2 de marzo de 2010

Lozana Hierba

A los dueños de su destino

En el escenario errante,
difuso,
que llamamos pensamiento
por comodidad y por pobreza,
pasan fugaces,
cual fantasmas,
las señales tristes de la muerte.

Un instante, eternidad robada,
en que la vida se convierte
en caos y oscuridad,
y en que vuela la sombra
de la parca y su guadaña
sobre el hombre,
ciñéndose sobre su marchito cuerpo.

Pero yo no soy mi cuerpo.
Esta sangre y estas venas
no me pertenecen.
Son tan mías como el aire
el agua
el silencio.

La muerte de mi cuerpo
no me pertenece
ni me destruye.
Solo me transforma.

Y pensar la muerte
en mi cuerpo, desde mi cuerpo,
me transforma en vida:
infinitos son
el Cielo y la Tierra.

Cuando logro vislumbrar
lo pequeño que yo soy
-una hebra en el desierto
del desierto que es la vida-
una sonrisa
se apodera de mis labios,
y un cálido aliento,
como un hada,
me ilumina por dentro.

Tal vez ser mortal
sea un juego de los dioses
cuyo premio, al vencedor,
no sea oro
ni sea gloria,
sino la inmortalidad.

¡Oh mórbidos mortales,
presas del olvido y la rutina!
¡Cuán poco conocéis
las profundidades de vuestra alma!

Si pudierais despojarte
por un instante
de la máscara,
del fino velo
que yace sobre tus ojos,
y aún dormitarais sobre tus odios
y tu miseria,
la luz se haría tu enemiga
y veríais solo trazos,
trazos hirientes
para tu mirada enceguecida.

Pero si habéis comprendido
el secreto juego de los dioses
que nos juzgan
y observan desde las alturas,
te embriagaréis
con la dulce y lozana hierba
de la inmortalidad.

miércoles, 20 de enero de 2010

De la inconveniencia de soñar en el desierto

Cuando tenía 15 soñaba con ser un gran músico y un reconocido escritor. Gracias al trabajo con mis padres los fines de semana y en vacaciones comprendí que la rutina estática y monótona no era lo mío. Los días parecían estirarse y hacerse eternos por el aburrimiento, las tardes se llenaban de sopor y no podía evitar enviarle constantes miradas al reloj. Por primera vez fui conciente del paso del tiempo y me aterré profundamente. A mis 15, soñadora e ingenuamente, me prometí a mi mismo no seguir un camino ya pavimentado ni escoger una carrera que me hiciera millonario porque eso habría significado condenarme a la rutina y a la monotonía que tanto odié entonces.

Y por eso soñaba con ser músico y un reconocido escritor. Porque podría viajar y conocer el mundo y sus culturas, podría conocer hermosas mujeres de lugares exóticos y extravagantes que tal vez se enamorarían de mí y viviríamos un amor de película, y podría llevar una vida sin horarios, sin jefes y sin ataduras.

La vida misma se encargó de despertarme del sueño. Porque, para empezar, si quisiera realizarlo tal cual lo imaginé nací en el lugar equivocado. En un país donde sobrevivir es la regla hacer del arte un proyecto de vida es un sinsentido. Aquí todo es lucha y sacrificio, lo que en el fondo no es más que el disfraz de la ineficacia del Estado para proporcionarle a sus ciudadanos las oportunidades de progreso que se merecen y necesitan. A las universidades públicas en vez de mejorarlas y fortalecerlas les reducen el presupuesto. Y se fomenta una economía de corto plazo, donde hay que sentirse agradecidos por tener un trabajo, así sea miserable.

Aquí hay que hacerse a pulso. Y no busco hacer una apología de la pereza. Es absolutamente necesario luchar por lo que se quiere. Pero si uno a duras penas lucha por subsistir, ¿en qué momento empezará a acercarse a su ideal de vida?

He llegado a la conclusión de que si quiero realizar mi sueño de ser un gran músico y un escritor la única solución legal es mirar hacia afuera. Hace apenas un par de años no consideraba siquiera esta alternativa: siempre fui un firme convencido del valor de esta tierra y de la necesidad de labrarla. Pero ya no hay vuelta atrás. El futuro no está aquí. No al menos el de un soñador intempestivo.

Hoy vivo la rutina que tanto detesté en mi adolescencia y me pregunto con frecuencia si tomé el camino equivocado. No. Cualquier camino que hubiera tomado estaba destinado al fracaso, porque nací en un lugar en el que aquel que aspira a algo más que un trabajo de 10 horas mal remunerado es un bicho raro. Y como me rehúso a renunciar a mis sueños, espero encontrar nuevos horizontes rodeados de guitarras y libros, para que el día en que vaya a morir pueda decir que mi vida valió la pena.