jueves, 12 de noviembre de 2009

Inglorious Basterds: la historia vista a través de Tarantino


Dirección: Quentin Tarantino
Producción: Lawrence Bender, Erica Steinberg
Guión: Quentin Tarantino
Reparto:
Brad Pitt
Mélanie Laurent
Christoph Waltz
Eli Roth
Diane Kruger
Michael Fassbender
Daniel Brühl
Til Schweiger
B.J. Novak
Steve Buscemi (voz)

Luego de casi 10 años de anunciarla, de innumerables cambios en el guión y de varias re-adaptaciones, hizo finalmente su aparición en mayo del presente año Inglorious Basterds, la nueva película del aclamado director Quentin Tarantino. Para quienes estén familiarizados con su trabajo, saben muy bien qué esperar de ella: violencia, sangre, acción, balas y – adivinaron - más violencia. Sin embargo, a pesar del rimbombante nombre (tomado del título en inglés de una película de 1978 del director italiano Enzo Castellari) y de las expectativas que Tarantino pueda despertar, la película no es uno más de sus extremadamente agresivos trabajos.

A diferencia de algunos de sus anteriores filmes la violencia indiscriminada no es el núcleo central de la película. Y es gracias a esto que se pueden vislumbrar algunas características que no habían destacado hasta ahora en las producciones de Tarantino. Resalta, particularmente, el excelente guión. No en vano dijo Tarantino que era uno de los mejores de su carrera. La trama es muy bien lograda, llena de interesantes diálogos que logran atrapar la atención del espectador - una escena memorable: el encuentro de la famosa actriz alemana con los Bastardos en una taberna. Y, como suele verse en sus películas, con una precisa dosis de humor que aparece en los momentos justos. La violencia respalda la trama adecuadamente y aunque por momentos parece ser desproporcionada - pues Tarantino nunca dejará de ser Tarantino - no es de manera alguna injustificada. Todo parece indicar que la violencia será vista en el futuro por el director como un recurso más para sus películas, sin llegar a convertirse nuevamente en la protagonista.

La película se lleva a cabo en Francia en pleno clímax de la Segunda Guerra Mundial, con todos los elementos propios de la época: judíos perseguidos, despiadados Nazis - incluyendo a la cúpula del partido, entre los que destacan Hitler y Goebbels -, norteamericanos con sed de justicia y castigo para los malos, y, por supuesto, metralletas y explosiones. La excelente ambientación de la película lleva al espectador, sin que éste se dé cuenta, 60 años atrás en el tiempo, pues las locaciones y los vestuarios son impecables. El hecho de que Tarantino haya filmado la película en 3 idiomas fue, sin lugar a dudas, un acertado recurso.

Cabe resaltar que a pesar de que gran parte de la publicidad se basa en la figura de Brad Pitt, es otro el verdadero protagonista de la historia. Resulta muy interesante la actuación de Chistoph Waltz en su papel del Coronel Hans Landa. Su profundidad psicológica, su astucia, la frialdad a la hora de cumplir sus objetivos y su inesperado desenlace hacen de Landa el mejor personaje de toda la historia. Pitt, por su parte, hace un papel interesante – como los que está acostumbrado a hacer – y es tal vez por el hecho de no buscar ser excesivamente pretensioso que se ajusta a las expectativas. Destacan también Mélanie Laurent en el papel de Shosanna Dreyfus por su belleza y elegancia, y la convincente representación de Hitler por parte de Martin Wuttke. Mike Mayers tiene un pequeño papel que no pasa desapercibido.

En definitiva, una película entretenida y realizada pulcra y juiciosamente. Como siempre, una precisa y bien escogida banda sonora que respalda satisfactoriamente la trama, un excelente manejo de cámara y un reparto seleccionado a la medida de los requerimientos del filme. Inglorious Basterds quedará en el recuerdo como lo que habría ocurrido si Tarantino hubiera sido protagonista de la Segunda Guerra: si el fin de la misma hubiera estado en sus manos, habría sido a la manera de Raine y sus compinches. Una manera bastante amena de pensar la historia que hace que el espectador no sienta las dos horas y media que dura la película.

martes, 3 de noviembre de 2009

This is it: el último sueño de Peter Pan

Director: Kenny Ortega
Vocalista y bailarín: Michael Jackson
Teclados: Michael Bearden, Greg Phillinganes
Guitarra: Orianthi Panagaris
Guitarra rítmica: Thomas Ortega
Bajo: Alfred Dunbar
Percusión: Roger Bashiri Johnson
Batería: Jonathan Moffett
Vocalistas de apoyo: Judith Hill, Dorian Holley, Darryl Phinnesse, Ken Stacey
Bailarines de apoyo: Nicholas Bass, Daniel Celebre, Mekia Cox, Christopher Grant, Misha Hamilton, Shannon Holtzapffel, Devin Jamieson, Charles Klapow, Ricardo Reid, Danielle Rueda Watts, Tyne Stecklein, Timor Steffens.


Que el musical This is it fuera realizado en tan poco tiempo y presentado tan sólo 4 meses después de la muerte de Michael Jackson es un hecho que puede leerse de muchas maneras. A la odiosa posibilidad de que la película no sea más que una treta publicitaria de aquellos que invirtieron grandes sumas de dinero en la gira del mismo nombre, que empezaría en julio, para recuperar algo de su inversión - y a esta lectura se puede agregar que la película solo estará dos semanas en cartelera, lo cual sin duda alguna busca crear una gran expectativa- , se agrega otra no tan repudiable que hace de la película un sentido homenaje al ‘Rey del Pop’ y la mejor manera de mostrarle al mundo lo que se habría visto en sus conciertos si Jackson siguiera con vida. En el fondo no son lecturas incompatibles, pues, por un lado, tanto afán por lanzar la película al ruedo no puede ser gratuito (mucho menos en un medio como el musical, tan despiadado cuando de dinero se trata), y, por el otro, cuando a pesar de la suspicacia que pueda generarse la película es, por decir lo menos, sorprendente.


Antes de ir a verla pensaba que cualquier cosa que se hubiera mostrado tan poco tiempo después de la muerte de Jackson iba inevitablemente a convertirse en un gran éxito comercial. Estamos acostumbrados a añorar a quienes no están, a llorar por los ausentes, y los apoderados de Jackson han sabido aprovechar esta situación a las mil maravillas. Razón suficiente para ir a ver la película con algo de escepticismo. Pero a pesar de mi inicial renuencia el musical se defiende a sí mismo. La producción es tan pulida que mis dudas terminaron siendo infundadas. Dejando a un lado el morbo que despiertan aquellos que recién han muerto, mucho más si quien lo ha hecho es Michael Jackson, el resultado es sencillamente impecable.


La película está compuesta por grabaciones de los ensayos previos a las presentaciones que iban a realizarse en Londres, destinados a formar parte de la colección privada del artista. Los últimos pasos que Jackson daría en un escenario. Después de ver el musical no se puede dejar de pensar que es una suerte que existan esos registros, pues son el testimonio de que al mundo del espectáculo estaba a punto de sucederle un acontecimiento de proporciones monumentales. Sin temor a exagerar se puede decir que el show que preparaba Jackson era el más grande y apoteósico que el mundo haya siquiera imaginado. Quienes piensan que sus videos (pequeñas películas por sí mismos) y sus anteriores presentaciones habían establecido un punto demasiado alto para ser superado, luego de observar This is it se verán obligados a replantear su posición. Los conciertos iban a ser la síntesis de una prolífica carrera artística de 45 años, desde los lejanos tiempos de The Jackson Five hasta Invincible, incluyendo la canción inédita que le dio título a la gira y al musical. Pero no iban a ser simplemente una mera reproducción de lo ya hecho con anterioridad. Como dice en la película uno de sus colaboradores, Jackson buscaba siempre superarse a sí mismo, y esta gira no iba a ser la excepción. Sin duda rompería por completo los límites que él mismo, alguna vez, había establecido, fusionando en un único show toda la imaginería que construyó durante toda su vida artística y llevándola varios pasos más allá. Esto es lo que se puede vislumbrar, no sin algo de tristeza, a lo largo de la película.


Las escenas llevan al espectador a sentirse como uno más del selecto grupo que pudo presenciar los ensayos durante las casi 2 horas que dura el musical. Es tal la emotividad que despiertan que quien observe la película se ve sometido a irrefrenables deseos de aplaudir cada vez que termina una canción. Esto no solo por la aún imponente figura de Jackson, quien a sus 50 años todavía se encontraba en una increíble forma física y musical, sino también por el altísimo nivel de todos sus acompañantes – tanto los instrumentistas como los bailarines profesionales, escogidos luego de un duro casting mostrado al inicio de la película.


Pero indudablemente el eje central de la misma es Michael Jackson. Y esto significa más que una mera obviedad: porque si por algo impacta y despierta sentimientos encontrados es precisamente por la figura de Jackson, a quien vemos lleno de vitalidad a pocos meses de morir, sin presentirlo y sin dar la más mínima señal de ello. Se ve a un Jackson animado, inspirado y perfeccionista, humilde y generoso, manifestando plenamente su talento en todas sus formas e impresionando a todos y cada uno de los miembros de su grupo de trabajo y de la audiencia. Su preocupación ecologista muestra ser mucho más que un simple cliché: es uno de los pilares de su arte. Su sentido de compromiso con la Tierra y con la humanidad es intenso y sincero. No obedece a intereses comerciales ni a falsas imposturas artísticas. Y esto es tal vez lo que más impresiona: que a pesar de estar en la cima del mundo del espectáculo y de haber dado de qué hablar durante más de 40 años Jackson todavía fuera un hombre más entre los hombres.


No significa esto que Jackson deba ser considerado un activista político o un mártir. Debe ser considerado, sin más ni más, como un gran artista. Tal vez el mejor de las últimas décadas del siglo XX, por su versatilidad, su grandiosa voz, sus contagiosas canciones y sus mensajes de amor y respeto por la Tierra.


Al parecer Michael Jackson nunca dejó de verse a sí mismo como Peter Pan, y su soltura, alegría y precisión en el escenario en cierta medida lo justifican. Nadie más que un niño, o al menos un hombre con espíritu infantil, podría consagrarse tanto a algo, ni podría entregar tanto de sí mismo a sus sueños.


Se fue un gran artista y tan solo puedo pronunciar, para concluir, dos palabras que describen plenamente los sentimientos que rondaron por mi cuerpo al salir del teatro: absolutamente conmovedora.