Los
Ejércitos
Evelio
Rosero
Tusquets
Editores, 2007
Los Ejércitos es un
retrato crudo, fiel si se quiere, de la guerra de todos contra todos que se
vive en Colombia, que aún padecen los sectores desamparados por el Estado que
tienen que vérselas por sí mismos y que están a merced de los poderes del
momento. La historia de siempre, la condena recurrente de estas tierras empapadas
desde su origen en violencia, ambientada en un pueblo sometido a Erinnias
desbocadas, sedientas de sangre y de venganza, renuentes a cualquier principio
de justicia.
En
la novela se encuentran ecos de esa historia de infortunios que es Colombia.
Porque lo que tenía todo para ser un lugar idílico, bendecido por los dioses
con abundancia y fertilidad, poco a poco se convierte en un infierno del que
nadie saldrá incólume, ya sea porque la guerra dejará en su espíritu una huella
de dolor marcada con fuego y sangre, ya porque morirá a manos de un verdugo
impune. Junto a Ismael, el viejo profesor que parece encarnar el espíritu del pueblo,
y de paso el de la patria, el lector va descendiendo al abismo, va despojándose
de toda vitalidad, va sumiéndose en el más oscuro de los destinos sin poder
hacer nada para evitarlo. Absolutamente nada.
Ismael
pierde a Otilia, su esposa; pierde su memoria, sus amigos, sus goces
terrenales; pierde su condición de hombre al transformarse paulatinamente en un
salvaje que a duras penas balbuce; pierde a sus gatos, a su pueblo; pierde su
cordura y su casa. Y en el proceso, su dignidad se va quebrando. Su alma se
seca por dentro, se petrifica, se hace fardo insoportable. Al final de la
historia ya no hay esperanza ni ganas de vivir, y lo único que Ismael desea es
explotar a la par de una granada o recibir un tiro de gracia. La forma es lo de
menos: lo que importa es que la muerte llegue misericordiosa a llevárselo
pronto, que le sople los sufrimientos de la piel y lo hunda en un barranco en que
la angustia no pueda perseguirlo más.
A
veces es bueno incomodarse con el mundo. A veces es necesario sentir malestar
en las tripas y despertar de la modorra en la que sin darnos cuenta
permanecemos. Esta novela nos enfrenta a las cavernas del ser humano, nos
muestra las honduras en las que cualquiera de nosotros podría caer en tiempos
sin ley ni castigo. Con un estilo pulcro y estremecedor, casi escalofriante,
Rosero nos susurra que en la otra esquina quizá no nos espera el paraíso.
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