jueves, 14 de noviembre de 2013

Manifiesto

La cosa empezó con un vacío que no se curaba con nada. Un plato de salchichas en trocitos, una copa de vino blanco, un puñado de dulces multicolores. Intentó con toda clase de comida, desde los pinchos a mil pesos del centro de la ciudad hasta el sushi preparado en vivo. Pero la infructuosidad de la tarea pronto se le hizo palpable: era imposible sentirse lleno porque el vacío no era fisiológico. Ni toda la carne del mundo podría cubrirlo. A la luz de la evidencia del fracaso gastronómico, empezó entonces a buscar una solución distinta. Primero, la marihuana. Luego, el fútbol a toda hora, en televisión y en la cancha del barrio. Por último, y hasta el día de hoy, cerveza en cantidades descomunales. Estas alternativas generaron algún bienestar temporal. Uno que otro momento memorable. Muchas noches de insomnio, eso sí, y monumentales guayabos. No mucho más. Ante la desesperación de las vísceras incómodas y de las manos que no dejaban de temblar optó por una última opción. Al final el vacío no se ha llenado, pero escribir le ha permitido al menos disfrutar de la comida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario